Las tasas de hospitalización infantil por COVID-19 alcanzaron un récord en Estados Unidos, pero no en California. Esta es la razón
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Los niños están siendo hospitalizados recientemente por COVID-19 a un ritmo récord en Estados Unidos y las cifras han aumentado desde principios de julio, a medida que la variante Delta ha sobrepasado al país.
Pero ese auge nacional ha sido impulsado en gran parte por algunos estados, como Florida, Texas y Georgia, mientas que las cifras en California han sido menos aterradoras.
Si bien ha habido un repunte en las últimas semanas en California, los índices de nuevas hospitalizaciones por COVID-19 entre niños y adolescentes de 17 años o menos no han alcanzado niveles tan altos como en las partes más afectadas del país. Tampoco esas tasas se han disparado tanto como el invierno pasado. Esa es una gran diferencia con Florida y Texas, donde los índices diarios de hospitalización de jóvenes debido al coronavirus superaron su nivel de invierno.
California ahora registra 18 nuevas hospitalizaciones por día entre niños y adolescentes, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC por sus siglas en inglés). La cifra es 10 veces peor que hace solo dos meses, pero aún por debajo de los niveles invernales, cuando 29 niños por día eran hospitalizados con COVID-19.
El reciente aumento en las hospitalizaciones pediátricas ha sido desalentador para los médicos y preocupante para los padres con niños menores de 12 años, que aún no son elegibles para recibir una vacuna contra el coronavirus, especialmente cuando las escuelas reabren sus puertas. La propagación de la variante Delta también ha planteado dudas sobre si está causando una enfermedad más grave que las cepas anteriores.
Los funcionarios de salud pública han indicado que California ha tomado medidas para garantizar que los niños puedan regresar a la escuela de manera segura, incluido requerir el uso de cubrebocas en entornos escolares cerrados y pruebas periódicas para los trabajadores no inoculados. También creen que los niveles de vacunación superiores al promedio en el estado ayudarán a proteger a los alumnos.
“Los padres deben sentirse seguros de que las tasas de casos aún son muy bajas entre los niños; las enfermedades graves siguen siendo relativamente raras”, comentó Bárbara Ferrer, directora de salud pública de Los Ángeles. “Y si todos estamos haciendo nuestra parte, tenemos la esperanza de que las escuelas se abran con mucha seguridad y sin un mayor riesgo”.
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Aun así, las escuelas están reabriendo en un momento complicado.
A principios de este verano, había tan pocos niños que padecían COVID-19 en el Hospital Infantil Rady en San Diego que el personal médico decidió que ya no necesitaban una unidad especial para aislar a los pacientes jóvenes con el virus. Solo cuatro niños ingresaron por coronavirus durante el mes de junio.
“Todos nos felicitábamos por la desaparición del COVID”, comentó el Dr. John Bradley, director de la División de Enfermedades Infecciosas de Rady. “Resulta que fue un poco prematuro”.
A principios de esta semana, había cuatro niños hospitalizados por coronavirus en el hospital de San Diego. Ese aumento ha sido decepcionante, pero aún está muy por debajo del invierno pasado, cuando la cifra fue de tres a cuatro veces más en un día típico, señaló Bradley.
El Hospital Infantil de Los Ángeles informó que tenía 14 pacientes hospitalizados con coronavirus hasta el jueves, el triple de la semana anterior, según funcionarios del hospital.
El Hospital Infantil del condado de Orange está experimentando tendencias similares. A principios del verano, hubo muchos días en los que no había ni un solo niño hospitalizado con COVID-19, pero comenzó un repunte a mediados de julio. Hasta el jueves, había 10 menores hospitalizados, cinco de los cuales estaban en cuidados intensivos.
“Los niños tienen menos probabilidades de enfermarse gravemente por el coronavirus en comparación con los adultos”, señaló la Dra. Coleen Cunningham, vicepresidenta y pediatra en jefe del hospital. “Sin embargo, no son inmunes y algunos se enferman bastante”, incluso por neumonía e insuficiencia orgánica; inflamación que puede provocar daño cardíaco; y síntomas duraderos de fatiga y dolores de cabeza, una afección conocida como “COVID prolongado”.
Los decesos por el virus entre los niños siguen siendo relativamente bajos. De las 64.000 muertes totales por COVID-19 en California, 30 fueron entre menores de edad. En Los Ángeles, seis niños han fallecido a causa del coronavirus, incluidos dos menores de 12 años. A nivel nacional, más de 400 niños han fallecido por COVID-19, según datos de los CDC. En comparación, 756 menores murieron por ahogamiento involuntario en 2019.
Pero “ninguno de nosotros aceptaría ni siquiera una probabilidad de 1 en 10.000 de que nuestro hijo sea asesinado o mutilado cuando pudiéramos hacer algo para reducir ese riesgo”, comentó el Dr. Brad Spellberg, director médico del Centro Médico del Condado de Los Ángeles-USC en Eastside, el hospital público insignia del condado.
Spellberg señaló que, a pesar de los aumentos generales en Los Ángeles, no había niños hospitalizados con COVID-19 hasta el jueves por la mañana en el Centro Médico, y solo uno o dos menores llegaban al hospital diariamente con síntomas que podrían tratarse en su domicilio.
A nivel nacional, ahora hay alrededor de 263 nuevas hospitalizaciones de niños por día por coronavirus, un aumento del 20% desde la ola de invierno.
Ese auge nacional de hospitalizaciones pediátricas ha sido impulsado en gran parte por algunos estados. Solo tres entidades son responsables de casi la mitad de las nuevas hospitalizaciones diarias por COVID-19 entre los niños: Florida, que registra 56 nuevas hospitalizaciones pediátricas al día durante un período reciente de siete días; Texas, con 42; y Georgia, con 25. La mayoría de los estados que tienen tasas superiores a la media se encuentran en el sur.
Entre las tres entidades más pobladas de la nación, la tasa de nuevas hospitalizaciones pediátricas diarias por COVID-19 por cada 100.000 niños en Florida es 1.32; en Texas, 0.57; y en California, 0.2.
Los expertos explican que es probable que a California le vaya mejor debido a las tasas de vacunación relativamente más altas. Los niños menores de 12 años aún no son elegibles para los antígenos, pero pueden estar mejor protegidos del COVID-19 si los adolescentes y adultos que los rodean están completamente vacunados, según los expertos.
Las tasas de inoculación se han rezagado en los estados con los índices más altos de nuevas hospitalizaciones por COVID-19 entre los niños, y algunos, como Florida y Texas, también han prohibido a los gobiernos locales y las escuelas imponer mandatos obligatorios de uso de cubrebocas, aunque algunos funcionarios locales han cumplido con las órdenes de todas formas.
Los médicos advierten que los niños sanos aún pueden enfermarse gravemente con COVID-19. El verano pasado, más menores de edad ingresados en el Hospital Infantil de Los Ángeles por coronavirus tenían problemas de salud subyacentes, señaló el Dr. Michael Neely, jefe de su División de Enfermedades Infecciosas. Ahora, “está atacando a los niños que en realidad eran sanos sin problemas médicos reales”.
El paciente más pequeño hasta el martes tenía 2 semanas de edad y estaba con oxígeno, informó Neely. Otros llegaban hasta la adolescencia. Ninguno se encontraba vacunado, algunos porque eran demasiado jóvenes para estarlo.
La variante Delta “no discrimina si tiene problemas subyacentes o no”, señaló la Dra. Daisy Dodd, especialista en enfermedades infecciosas pediátricas de Kaiser Permanente en Orange. “Está golpeando a cualquiera que no esté inmunizado”.
Los brotes de COVID-19 han aumentado en las escuelas y programas de Los Ángeles en las últimas semanas, aunque no en la misma medida que durante el otoño y el invierno. De los 25 brotes que ocurrieron entre abril y julio, más de la mitad se asociaron con deportes juveniles y con el uso inconsistente de cubrebocas; socializar fuera de los juegos y prácticas; viajar y hospedarse juntos durante los campamentos de entrenamiento y eventos deportivos.
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Los funcionarios federales de salud señalan que se espera que las tasas de hospitalización aumenten entre los niños dada la naturaleza de la variante Delta, que es al menos dos veces más transmisible que la cepa Alpha y produce hasta 1.000 veces más niveles del virus en la parte superior de la garganta, explicó el Dr. Anthony Fauci, el principal experto en enfermedades infecciosas del gobierno de Estados Unidos.
Debido a que la variante Delta es tan altamente transmisible, “probablemente habrá más niños infectados”, puntualizó Fauci en una reunión informativa reciente. Y “aunque el porcentaje es pequeño, cierta proporción de menores necesitará hospitalización”.
No hay evidencia definitiva de que los niños estén sufriendo una enfermedad de mayor gravedad por la variante Delta, señaló Fauci, aunque sigue siendo una posibilidad.
Los expertos subrayan que los niños más pequeños tienen menos probabilidades de contraer COVID-19 porque cuentan con muchas menos proteínas llamadas receptores ACE2 en la nariz a las que el virus debe acceder para infectar el cuerpo.
Entre las entidades que han estado reportando los datos, no más del 0.03% de todos los casos infantiles de COVID-19 han resultado en muerte, según un informe reciente de la Academia Estadounidense de Pediatría y la Asociación de Hospitales de Niños. Y menos del 1% de los menores infectados con el virus han sido hospitalizados, encontró ese documento.
Aun así, algunas familias que han sufrido el virus advierten que las personas no deben ser arrogantes sobre lo que significa para un niño contraer COVID-19.
Hace unas semanas, Naomi Wilson se había detenido en Starbucks después de hacer un mandado y se alarmó al darse cuenta de que no podía saborear su expreso batido con azúcar morena y leche de avena.
La residente de Glendale, que estaba completamente vacunada, pronto dio positivo por el coronavirus, un ejemplo de una infección de “irrupción”. Su hijo de 16 meses, Micah, que es demasiado pequeño para ser elegible para el antígeno, también contrajo el virus. Al principio, el niño no parecía afectado.
Luego vinieron los gritos: noches en las que se despertaba cada hora, gritando de dolor. Wilson llevó al niño a un centro de atención de urgencias, donde un médico examinó su garganta muy inflamada y lo que parecía una infección de oído. El médico le recetó un antibiótico y les indicó que llevaran al niño de regreso al hospital si no mejoraba, explicó Wilson.
Micah nunca terminó siendo hospitalizado, pero “todo fue simplemente aterrador”, comentó su madre.
Otra madre de Glendale, Sari Sherwood, mencionó que, a pesar de tomar precauciones, toda su familia contrajo COVID-19 en diciembre, incluidos sus hijos, de 10 y 12 años. Su hijo mayor se volvió tan delirante que dio miedo, señaló.
“Le preguntabas: ‘¿Quieres sopa? ¿Tienes hambre?’ Y él respondía: ‘Camión de bomberos’”, recordó.
A su hijo menor le dio una fiebre que pronto desapareció, pero “parece ser el que sufre el mayor trauma”, explicó Sherwood. “Tiene mucho miedo de enfermarse y de que su padre se contagie. No se habla del trastorno de estrés postraumático de los niños”.
Los expertos instaron a que los padres hagan pruebas a sus hijos para detectar el coronavirus si ven síntomas compatibles con el COVID-19, como fiebre, escalofríos, dificultad para respirar, fatiga, dolores corporales, dolores de cabeza, pérdida del gusto u olfato, dolor de garganta, secreción nasal, náuseas o diarrea. Aunque la mayoría de los niños que se infectan no necesitarán ser hospitalizados, pueden contagiar a otros que lo harán, por lo que las pruebas aseguran que puedan ser puestos en cuarentena para proteger a otros, indicó Neely del Hospital Infantil de Los Ángeles.
Wilson, la madre del niño de Glendale, atribuye a los anticuerpos inducidos por la vacuna que le había transmitido a su hijo, a través de la lactancia, por protegerlo de un caso más severo de COVID-19.
Ella ha compartido su historia como una “advertencia” para alentar a los padres a que se tomen en serio el coronavirus, y específicamente para alentar a las madres embarazadas y en período de lactancia a que sean inoculadas.
Muchos padres “todavía tienen la mentalidad de que no afecta a los niños”, señaló. “Y he visto de primera mano que realmente lo hace”.
El redactor del Times, Luke Money, contribuyó a este artículo.
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